lunes, 27 de octubre de 2008

PRÓLOGO Y CONTRATAPA DEL AMOR


_ Marga, apurate, nos van a pasar a buscar_ vociferó su prima desde el pie de la escalera. Margarita escuchó la bocina del pretendiente desconocido. Entre tules y cortinas espió desde su balcón colonial al hombre que la llevaría al baile del Banco.
_ ¡Marta!¡Es petiso y con zapatos de gamuza!_ gritó enredada en una cortina_ ¡Encima el ordinario se compró un auto nuevo para buscarnos!
El petiso iba a cobrar semejante osadía. La mujer indomable tomó un vestido de luto de su madre, y sin maquillarse bajó a la carroza de mal gusto que las llevaría a la fiesta.
No iba a bailar, no iba a beber champagne, y si seguía insistiendo iba a dejar de hablarle. Semejante imponencia desperdiciada en un ser tan minúsculo y repulsivo...
Pero entre la multitud se coló un rostro varonil y galante. Era el antipático del café de Santa Fe y Riobamba. El soberbio que se encontraba todas las tardes y nunca saludaba. “Oscar Jacinto Álvarez”, buen mozo y engreído.
_ ¿Quiere bailar señorita?_ Marga se aferró atónita a su brazo y escapó de su ínfimo captor. Flotaron hasta que se vació la pista. Ambos eran gualeyos y sus padres viejos amigos. Las palabras sobraban, tendrían toda una vida para hablar hasta el desvelo.
...

_ Voy a pedirle a la señora que se case conmigo, pero no tengo plata_ musitó Oscarcito desde su silla deshecha de geriátrico. El peso de los anteojos había marcado para siempre su nariz hollywoodense y su dentadura floja le impedía la pronunciación correcta de algunas palabras. _ ¡La señora!_ exclamó sonriente mientras se aproximaba la silueta avejentada de Marga. Ya no conocía su nombre, pero con sólo fijarle la vista ella supo que el corazón era inmune al alzeheimer.