martes, 16 de febrero de 2010

De dobles inesperados

Allí la vi, macilenta y sudorosa, esperando su tostado y su lágrima. Piel transparente que delataba unas venas violáceas dilatadas. Ropa negra envolviendo su cuerpo como una burka, como un ataud. Cabellera castaña y desobediente.
Pensé en Cortazar y sus dobles. Recordé una de sus anécdotas, en la que él creyó encontrarse en la playa con un niño idéntico a él cuando tenía 5 años. Me aterró pensar que las espaldas de esa mujer que esperaba en la cola del Mc Donalds pertenecían a mi doble versión 35 años.
Sí, yo era tan blanca como ella. Mismo color de pelo, diez kilos menos. Y lo peor, ella había ordenado mi pedido habitual: ¡tostado paupérrimo y lágrima aguada!
Si estaba toda vestida de negro, indicaba que había engordado recientemente y que se avergonzaba de su cuerpo. Espero que haya sido por algún embarazo y no por noches desesperadas de helado y chocolates. Por favor, que viva con diez hijos y no diez gatos. De darse vuelta me hubiese encontrado con el mismísimo rostro de Láquesis, la asignadora de destinos.
Nunca había podido palpar mi futuro con tanta corporeidad. Tan desagradable, tan flácido. ¿Sería una advertencia? ¿Un anuncio inexorable? ¿Sería que mi yo del futuro había viajado en el Delorian para alertarme?
Muchas preguntas para la mujer de negro. Por suerte ya había desaparecido entre las mesas. Por si acaso, nunca voy a ir a adivinarme la suerte.

Un rostro, todos los rostros

Devoro los escalones del museo con torpeza. La necesidad volcánica de verlo me tiene aletargada y me abro paso con violencia. Su fuerza gravitatoria me lleva hacia él, al encuentro que nos debemos hace rato. Esos son los ojos que me acosan. Ese es el rostro que es todos los rostros. Frente a frente somos iguales, Juanito Laguna y yo.

Antonio Berni no quería que lo olvide. Quizás deseaba que me asedie su fisonomía de cartón y tela, como a él lo perseguía el recuerdo lacerante de los niños santiagueños. Su pobreza es la de Juanito: descarnada, cotidiana y omitida. Su pobreza me interpela con una intensidad punzante que jamás me había permitido conocer. “Para esto existe el Arte – sentencio – para enrostrarnos la realidad que nos olvidamos de ver”.

El Arte individualiza a la pobreza. Como el mago taciturno de Las ruinas circulares, el Arte sueña a sus personajes con integridad minuciosa y los impone a la realidad. Les da facciones y nombres. Les concede historias y sueños. En las escalinatas de Odessa, en contraste con los soldados análogos del Zar, Serguéi Eisenstein inmortaliza a la anciana indignada, al mendigo sin piernas, al niño desvalido y a su madre desesperada. Sus expresiones agudas superan la función estética de la obra para calar en la memoria del espectador. Cómo olvidar al sagaz Lazarillo de Tormes robando migajas del pan consagrado. Cómo deshacernos de Charles Chaplin comiendo la suela de su zapato.

El Arte dignifica a la pobreza. Como en la Antigüedad, sus hacedores elevan la realidad y la convierten en una expresión divina. Nos acercan historias de superación personal acompañadas de valores intactos y una voluntad inoxidable. En el film The Pursuit of Happyness vemos a un Chris Gardner honesto y perseverante, que alcanza el trabajo anhelado luego de experimentar la miseria en primera persona. Charles Dickens retrata a Oliver Twist como un niño astuto y rebuscado, que vence los males sociales de la época y recupera su posición arrebatada. El Arte toma dos tragedias cotidianas y hace de sus protagonistas héroes dramáticos.

El Arte es la autopsia de la pobreza. La diseca hasta exponer su anatomía más escabrosa y fétida. No teme canalizar por su subjetividad la crudeza y desesperación que observa en los sectores menos favorecidos de la Sociedad. Así, vivifica imágenes que magullan nuestra conciencia. La tuberculosa Fantine de Les Miserables vendiendo su cabello y sus dientes para mantener a su hija. La Cerillera de Andersen encendiendo su último fósforo para luego morir de frio en la calle. El joven mendigo de Murillo, cabizbajo y exánime. Jamal, Salim y Latika de Slumdog Millonaire durmiendo en un basurero hediondo de Bombay.

El Arte le da visibilidad a la pobreza. Como vicario de la realidad, la exhibe en escenarios, papel, museos y pantallas. Con él, permitimos que la pobreza entre en nuestro propio living y fraternice con nuestro círculo íntimo. Allí, el vicario oficia el ritual iniciático: corta la venda de nuestros ojos y nos enfrenta a las más temibles quimeras. Hambre. Exclusión. Ignorancia. Discriminación. Delincuencia. Drogadicción. Promiscuidad. La extrambientación es irreversible. Ya no podemos ignorar a la anciana que duerme en nuestro palier, al niño que pide monedas en el semáforo, a la madre que ruega por alimentos en la puerta del supermercado. No podemos desconocerlos porque el Arte los ha nombrado en nosotros. Son Juanitos, Fantines, Olivers y Latikas. Sabemos de sus sufrimientos, carencias y marginalidad. El Arte no nos deja escapar: nos inquieta a comprometernos con ellos, a querer ser motores del cambio por una Sociedad más justa.




miércoles, 3 de febrero de 2010

Caronte reloaded

Sospecho de la Línea H. Es la única que despide chillidos fantasmagóricos mientras se sacude por los túneles. Si cerrás los ojos es lo más parecido que podés encontrar en Buenos Aires a navegar en la barca de Caronte. Me lo imagino al Barquero conduciendo vertiginosamente la locomotora del subte, erguido y silente, con una expresión recia y fatal.
Estoy segura de que el tramo en construcción entre estación Once y Corrientes es el nuevo trecho al submundo. Sólo pasa en el último viaje del día: si no te bajás al final del recorrido, Caronte te arrastra con él. Atraviesa la pared con vehemencia hasta la estación terminal:  Inframundo. Una voz gangosa anuncia "Estación terminal, no hay combinaciones, todos los condenados deben descender del vehículo".
Empezás a notar que estás transpirando más de lo normal. Las puertas se azotan con violencia y bajan los pasajeros con gesto resignado.Te asombrás de lo parecido que es a la entrada de Disney. Ves cuerpos lánguidos haciendo fila para sacarse fotos con los muñecos disfrazados de Hitler y Nerón. La Reina de Corazones corta cabezas en un podio y luego las autografía. Vlad Dracul tiene un show de luz y sonido. Jack el Destripador hace globos con forma de animales con unas vísceras.
Bueno después de todo no está tan mal. Pensaste que iba a ser de fuego y azufre. Esto tiene bastante onda. Eso sí, no te olvidás de darle su propina al Barquero, no vaya a ser que te devuelva a Buenos Aires.