jueves, 30 de julio de 2009

Más respeto con El Chamán


Hay una viejecilla que duerme en la entrada de mi edificio. Su rostro parece una máscara de cartón corrugado, llena de pliegues que disimulan su semblante indígena. Nunca habla, sólo musita, puede que esté articulando el nombre de Dios por lo bajo. Parece exportada de un western, donde interpretaría a la anciana sabia de la tribu. Mi hermano la llama "El Chamán" y en ocasiones "Yoda".
Una vez la vi reptar por la vereda de mi casa. Su columna estaba tan curvada que me recordó a un escarabajo en agonía. "¿Qué llevará en su bolsa?" es la pregunta que me hostiga. Cueros cabelludos de enemigos. Alas de muerciélago para pociones. El cadaver de su marido.
Quizás le presto demasiada atención. Quizás sea otro cuerpo errante de la anónima Buenos Aires. Quizás balcuceé un gualicho la próxima vez que me la cruce. Quizás se enderece de repente y me inmovilice con sus miembros putrefactos. Quizás posea mi cuerpo y me deje artapada en el suyo. Ya me la imagino usando mis pantuflas y viendo Animal Planet.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay muchos chamanes dando vuelta por la ciudad, nunca me había detenido a pensar...

Anónimo dijo...

Creo que también duerme en mi edificio!!!
edu