lunes, 12 de abril de 2010

El cadaver del Super Vea

Todos los mediodías veo un cadaver sentado en un banquito a la entrada del Super Vea de mi trabajo. Es una cincuentona de piel chamuscada y crines subersivas, con el contorno de los huesos impreso en todo su cuerpo. Me pregunto si es un espectro errante, que se deleita asustando a los compradores que salen con las manos pobladas de bolsas. A diferencia de todos los fantasmas que conozco, desde el de la Ópera hasta Casper, este sale a plena luz del día, sediento de absober todo rayo de sol posible.
Es un dejo de mujer hermosa, que sin quererlo, es también una estatua viviente. O una estatua agonizante. No sé cual de las dos. Quizás esté entre los dos mundos, como en el Grito de Munch, vociferando: ¡carpe diem, tempus fugit! O por ahí espera a su amante, que la dejó plantada en aquel banquito donde solían besarse. Mientras tanto toma sol hasta evaporarse.
¡Super Vea Woman!¡Super Vea Woman!¡Super Vea Woman! ¿Se me aprecerá como Candyman? Mejor no lo intento, sería más horrorosa que el negro fornido,casi como la mujer putrefacta de El Resplandor.
Todos lo indicios me llevan a la única conclusión posible . La mujer calcinada es una acción de marketing no tradicional, destinada a concientizar a los peatones sobre las efectos del sol. El slogan: "Hay amores que matan".

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