martes, 15 de marzo de 2011

La Mujer Cocodrilo

Si escuchás un llanto, no lo sigas. Allí espera la Mujer Cocodrilo con sus fauces babeantes dispuesto a devorarte. Por lo menos eso creían los griegos sobre el reptil, que luego de atraer a sus víctimas con artilugios dignos de las sirenas, las engullían de un bocado. Pero claro, como todo pecador de gula, luego derramaban lágrimas de arrepentimiento por sus aperitivos humanos. Lágrimas hipócritas o de martir. Lágrimas de un asesino serial de buen corazón, cautivo en su frenesí de matanzas.

La ciudad está llena de cocodrilos. Ellas encantan sus presas masculinas con espejismos de fragilidad, los hacen sentirse necesitados y oportunos, el punto débil de todo hombre. Una vez en su cueva, se abalanzan como una bestia primitiva y los deshacen con violencia ritual. Destruyen hombres por rencor, orgullo de género o deporte. De ellos no queda nada. Ella lo es todo. Ahora está fortalecida. Es invencible. Es hombre y mujer en uno. Con lágrimas en los ojos, irá tras el próximo. No puede detenerse. Es la Mujer Cocodrilo.

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