lunes, 22 de marzo de 2010

Que no cunda el pánico

Cuentan que cuando nació Pan, el dios griego de los pastores, su madre se horrorizó con su apariencia: rostro barbudo, ojos pícaros, cuernos y miembros inferiores de macho cabrío. Obviamente, su padre Hermes se sintió orgulloso de tan varonil porte.
Todo ruido desconocido en los campos y bosques se le atribuía a esta divinidad silvestre. Los campesinos temblaban al imaginar a semejante personaje vociferando en las oscuridades. Debe de ser por esto que surgió la expresión deima 'panikón' o 'miedo causado por Pan', que se abrevió en la palabra griega 'panikós' y que, tras pasar por el latín 'panicus', formó el castellano 'pánico', con significado similar: 'miedo intenso por algo de origen desconocido'.
Por ello, cada vez que nos invada el miedo, situémonos en esta colorida escena: noche prieta, vegetación sedienta y espesa, sonidos lascerantes y el rostro, ese rostro belludo y subyugante, acechándonos desde la maleza.

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